miércoles, 10 de septiembre de 2008

Proyecto raro de mujer.

Los brazos chiquitos pero el corazón grande y averiado. Así estaba cuando la encontré. Quería abrazarme pero no podía. Yo quería besarla pero no me dejaba. Sus ojos grandes y llorones me hablaban de amor, canciones rotas y veredas desalineadas. Su voz no era dulce pero sí armoniosa y melódica. Nunca una sonrisa en la cara, nunca un gesto de agrado ni de pasión. Pero como dice el dicho: “La procesión va por dentro”. Así, siempre supe que no me hacía falta ver su cara para escucharla, para entenderla o para sentirla.

Desde que la conocí nunca dejó de llamarme la atención. Un proyecto raro de mujer. Las cosas simples la hacían feliz y las complejidades le encantaban. Yo era un tipo simple, pero evidentemente no la hacía feliz, o por lo menos no como yo quería. Tras largos ratos de divagar por mi cerebro vislumbré el problema y el por qué: Tal vez no era un buen cirujano.