domingo, 5 de julio de 2009

Eyelit y la que te parió

Me rompen soberanamente las pelotas las cajas donde vienen los calzoncillos. Es literalmente increíble la facha que tiene el tipo que aparece impreso en la cara superior de la puta cajita. Definitivamente esos hombres no existen. Seguramente son productos de una conjunción exacta de tintas sobre el papel, máquinas rotativas y un buen registro.
Resulta que mi vieja, como buena madre, me compró un boxer y al mirar la caja en la que venía me dio vergüenza y hasta me sentí mal sabiendo que poniéndome el calzoncillo no iba a quedar como ese pintoresco muchacho. Describirlo sería atentar contra la humildad que refleja la cara del tipo, pero igual lo voy a hacer. De arriba para abajo, este hombre parece ser una especie de actor porno del I-Sat. El pelo largo al mejor estilo Ráfaga o Comanche. Está mirando con una extraña expresión de “te voy a comer cruda” lo que lo torna un tanto intimidante para el verdadero usuario del producto: El Hombre. Tiene el pecho como las sierras chicas, con un hachazo en el medio que yo deduzco, debe servir de canaleta para cuando se derrama Fernet por su cuello. La espalda parece un triángulo equilátero invertido en perfecto equilibrio con su entrepierna y tiene los brazos separados del cuerpo como preguntando “¿Quién le pegó a mi hermana?”. La panza se asemeja a una tabla para lavar la ropa, parece dura como piedra y más abajo se puede apreciar una pieza que desencaja totalmente de la realidad. Un tobul que sólo se logra con varios pares de medias o un bebé. Si eso es de verdad debe pesar como cinco kilos.
Ahora bien, luego de esta descripción un tanto gay, analicemos la imagen y saquemos nuestras propias conclusiones. Díganme la verdad ¿Qué hombre puede comprar un calzoncillo al ver semejante imagen? Ese tipo atenta contra nosotros. Les hace creer a nuestras mujeres que el mundo es perfecto, que los que estamos mal somos nosotros que nos ponemos el calzoncillo y el abdomen tapa la mitad de la banda elástica. Que al mirarnos al espejo, nuestros brazos se separan de la panza sólo por una cuestión de kilos. Que nuestra cabellera se aleja y discrepa de esa mata de pelos que tiene esa “figurita” porque nos estamos quedando pelados. Que nuestro bulto es de verdad y no aparenta pesar más de lo normal. Señoras no se dejen engañar, la tabla de lavar la ropa está en el lavadero, no en la panza de su marido ¿Quién consume ropa interior por el tipo de la cajita? Ah… ya veo. El calzoncillo me lo regaló mi vieja.

PD: Mi calzoncillo nuevo tiene estrellitas y es un tanto gay pero lo voy a usar igual. Gracias Má.