jueves, 21 de mayo de 2009

La vida detrás de una sonrrisa

La vida es linda, la vida es bella y comprensiva. La vida está hecha para ser vivida, acariciada, mimoseada y besada. Para sonreír, para enamorarse y desenamorarse, para reír y llorar, para cantar a los cuatro vientos o callar horas de silencio. La vida es eso, un compuesto de antítesis que logran el perfecto equilibrio de la naturaleza humana, al cuál llamaremos: vivir ¿Ves? La vida es linda, la vida es bella.
Hace no mucho tiempo conocí una muchacha ojos de miel. Una señorita que camina robando suspiros ajenos. Su pelo enreda rizos castaños que anuncian su paso. Gestos y mímicas acompañan su voz de gorrión feliz de ver el sol. Nunca una tristeza, siempre una sonrisa. A ella el viento no la despeina, la vuelve más linda. El calor no la agobia, lo disfruta como si fuera el último día de verano. El frío no la hace temblar, la hace bailar.
Ella supo volver a los Beatles en lugar de Sabina. Nunca conocí a una persona que disfrutara tanto de cada momento, de cada sentimiento, de cada caricia. A diferencia del pato criollo, esta muchacha es un paso, una carcajada. Por esto es que escribí, escribí y escribí. Por eso es que cada persona así se merecería un post, por eso es que la vida es linda, la vida es bella.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Ilusión Ilusa

Me pasa la vida, las lágrimas y los sueños desarraigados del bolsillo del saco ¿Qué se hace con un tonto que no para de soñar? Qué se hace con una vida tan llena de quimeras, de ilusiones ilusas que morirán en un cuaderno, en una computadora o peor aún, en un cerebro perturbado. Ilusiones que no dependen de uno, que dependen de una gran maraña de sucesos, actos y pensamientos de otra persona, que seguramente ni se ha dado por aludida de que dio un paso en falso… o no. A lo mejor el que dio el mal paso fui yo.
Todos los días, en algún momento, en algún rincón desolado pienso. Y ya hace tres años que todos los días, en algún momento, en algún rincón desolado pienso. Según el budismo no encuentro la “iluminación”. No me vengan a hablar de iluminación, de iluminación háblenle a EPEC. Lo mío es boludes, ceguera, estupidez, o simplemente discapacidad para entender lo que no tiene explicación. Y pensar que alguna vez alguien me dijo que lo que tenía yo era una calentura, que ya se me iba a pasar. Ya van tres o cuatro años, todavía espero que se pase pero no encuentro ni vislumbro un final. Algunas calenturas se apagan con un sentimiento difícil de explicar.

martes, 5 de mayo de 2009

Cenicienta a medias

¿Cómo llega el taco del zapato de una mujer a un cajón de la cómoda de mi habitación? Buscando en cajones inhóspitos de mi dormitorio, que nunca suelo abrir a excepción de que esté buscando algo realmente raro, me topé con un extraño objeto. Luego de analizarlo, llegué a descubrir que era el taco de un zapato. No pude evitar pensar en cómo llegó ese peculiar objeto a mi habitación. Comencé a sacar conjeturas mientras estudiaba (uno piensa demasiadas boludeces cuando estudia y después se pregunta por qué le fue mal en el parcial), pero ninguna se asemejaba a la realidad.
Pensé que alguna mujer descuidada había abandonado su taco en el apuro de huir de mi pieza por motivos escabrosos, pero recordé que las mujeres no entran a mi habitación y menos salen corriendo con motivos escabrosos. Pensé un poco más. Se me ocurrió que algún narcotraficante, apurado por escapar de mi vieja, había abandonado su mercancía allí, pero descubrí que el taco es macizo y que es imposible guardad estupefacientes en la misteriosa pieza del zapato. Pensé un poco más. ¡Seguramente lo perdió la boluda de la Cenicienta! Obviamente la Cenicienta es una historia ficticia. Pensé un poco más. Mi perro lo encontró en la calle, lo trajo y en vez de enterrarlo lo escondió en el cajón. Lo dudo mucho, el boludo de mi perro no se anima a salir a la calle y no creo que sepa abrir cajones. Pensé un poco más, un poco más y un poco más y llegué a la conclusión más razonable. Volví en pedo de bailar, a alguien se le rompió un taco y yo lo guardé vaya a saber para qué.
Seguramente es la opción más acertada, pero aún me quedan mis dudas. Ahora que pienso bien, tengo recuerdos borrosos de haber llegado a casa y al vaciar mis bolsillos, encontrar el taco. No estoy seguro. Si ese día hubiera tomado un poco menos, si la memoria no me fallara tanto, si el Fernet no fuera tan rico, si las mujeres cuidaran sus tacos, si el barman me quisiera un poco menos, si mi vieja me cuidara un poco más, si la salidas nocturnas no me gustaran tanto, si la Cenicienta no se quedara a medias, hoy, seguramente, no hubiera escrito esto.

PD: En serio que encontré un taco de zapato de mujer en un cajón de la cómoda y no sé cómo llegó ahí.