miércoles, 21 de julio de 2010

Vacío

Mi vida se redujo a una mesita de luz, una cama y un televisor. Me siento hermético, sucio, abyecto y encerrado. Soy como un triángulo equilátero con todos sus lados desiguales.
No soporto mi hedor a tabaco rancio y mi ácido mal humor. Me cuelgo planeando ideas sin fin. Libros sin escribir, canciones sin acordes y algunas poesías cortas de genio y palabras.
Acides, otitis, resfríos, malestar, desvaríos. De alguna extraña manera, mi cuerpo aprendió a llorar. Yo no. Quiero descargar y no puedo. Sólo sé apuntar a donde hay inocentes. Mujeres y niños, lanzarse por la borda. En caso de emergencia ni se le ocurra romper el vidrio, podría salir lastimado.
Dormir quizás sane las heridas de un rutinario día. Tal vez mañana vuelva a ser ese chico al que todos buscaban para ir a jugar. Está bien, asumo todas las responsabilidades.

jueves, 22 de abril de 2010

Invierno

Lo mejor del invierno es saber que después hay primavera.

jueves, 25 de marzo de 2010

Julieta y sus aires de superada

Anoche te soñé y estabas en mi lecho. Acto seguido te llamé y nos encontramos en al algún bar de la eterna ciudad de Córdoba.
Ahí estábamos, los dos frente a frente, inmiscuidos en conversaciones alternas. Tu trinchera, una botella de cerveza y una compotera con Manises rancios. La incrusable línea que reprimía a mis instintos más primitivos. Lo único que hacías era hablar. Tus palabras, tan superficiales, carcomían poco a poco mis ansias. No quería escucharte más, sólo necesitaba taparte la boca a besos. Lo único que deseaba oír era el obsceno ruido del amor, ese que generan los cuerpos al chocar. No entendí una palabra de lo que decías, sólo pensaba en cómo llevarte a mi cama. No podía recordar cómo lo había hecho en el sueño y eso me frustró. Decidí llevarte a tu casa y en el camino pensaba que la escena se repetía mes a mes, desde que te conocí.
A veces no tolero tus superficialidades, a veces las aguanto con la ilusión de que algún día, en el momento menos pensado, vas a ceder. Llegué a mi casa, me acosté y concluí que nunca te tuve, ni te tendré. Me dije: Lo de anoche fue sólo un sueño, lo de hoy es la cruda realidad.

domingo, 31 de enero de 2010

Ley de la oferta y la demanda

Entre tantos días de soledad y juergas de venganza enardecida, le encontré algo a la vida. Todo lo que me pasa, todo en lo que creo, se ha convertido en un maldito comercio. Una gran tienda de trueques. Pero la vida es así. Un cúmulo de capitales que hay que saber administrar. Y si hablo de capitales, hablo de afectos. Amistades, amor, cariño. Relaciones sociales por doquier.
Por primera vez en mucho tiempo, siento que estoy en banca rota. Cuando en economía se habla de balances, de oferta y de demanda, yo estoy al horno. Me estoy capitalizando. Al pedo, ya que mi oferta es mayor que mi demanda. Tengo que salir a vender. ¿A dónde? ¿A quién? ¿Cómo? Publicidad: eso es lo que dicen que hago bien. Me tengo que vender a mí mismo. Soy pésimo en esto. Es una patética rueda repetitiva de hechos desagradables. Sólo me queda la absurda esperanza de ser tocado con la varita mágica de los buenos negocios.
Por algún tiempo, decidí tener clientes chicos. Consumidor golondrina se le llama. Un día vendía a alguno, otro no vendía, otro día aparecía uno nuevo y así me mantuve en pié. Pero en este bendito país, estamos en crisis. Es hora de sentar cabeza, es hora de conseguir un gran cliente fijo y trabajar sólo para él ¿Quién sabe? Con tanta oferta, se necesita una gran demanda.

lunes, 18 de enero de 2010

Promesas rotas

Me prometí no mirar más tus fotos, no escribir más tu nombre en paredes desdichadas. Me prometí. Me prometí no hablarte más, no buscarte en las calles oscuras de Córdoba. No deambular por tu barrio, impartiendo excusas increíbles. Me prometí no llorarte más, no cantarte otra canción, no sentir más tus labios en mi boca. Me prometí. Me prometí no escuchar más tu voz en el contestador, no acaechar a mis amigos con tu tema. Aqunque no lo sepas, me prometí no asfixiarte, si nisiquiera te conozco. También me prometí no preocuparme más por vos, pero a veces soy tan malo para cumpir. Sólo puedo pedir perdón y prometerte que esta es mi última promesa.

miércoles, 13 de enero de 2010

De a Ratitos

Por favor decime que si. Decime que todavía tengo esperanzas de desatarme del olvido. Que hay razones para volver a casa después del trabajo. Decime que todavía puedo ser feliz de a ratos. De a esos efímeros ratos que estoy con vos. Decime por favor que todavía no me la mandé. Que no es tarde, que todo va a ser como lo imagino, como lo sueño, como me gustaría.
Me molesta molestar, joder siempre está de más. No sé cómo decir las cosas sin resultar ñoño. No encuentro el momento adecuado, pero vos… Siempre siendo vos… Tan lejos, tan audaz, tan altanera. Siempre intimidando todos mis sentidos. Tal vez debería empezar de nuevo. No te pido casamientos ni divorcios, te pido que me quieras sólo de a ratos, así como te quiero yo.

lunes, 4 de enero de 2010

Víctima de un impulso

Sentado, dilucidando en la oscuridad de mi habitación. Olor insoportable de recién volver del trabajo un día de 40º. En casa no hay agua caliente, se rompió el calefón. Igual no me hace falta, hace mucho calor. Me pesa el culo. La humedad es insoportable. Todos se fueron, momento ideal para el crimen perfecto. Nada es como ayer. Ya no soy el de los dieciocho. Me siento más gordo, más barbudo, más pelado. Pelado, ese es el problema. Tengo que ir a cortarme el pelo. Anoto: “De la intranquilidad del alma, de los disturbios emocionales, de los calores inaguantables, nace el impulso”. Tomo coraje y entro al baño.
Somos nosotros dos, el espejo y yo. Contienda difícil de resolver. No queda más que hacer, el primer tijeretazo del alba. La cagada ya está empezada, sólo queda el consuelo, de saber que en un par de meses, todo habrá pasado. Cigarro en mano, empiezo a jugar, a divertirme, a darle forma. Me voy de mambo. Es un riesgo que tenía pensado correr.
Termino y me baño. Sensación rara la de sentir caer el agua directamente sobre mi cabeza. Me paro frente al espejo. Estamos solos y él no miente. Sólo queda esperar, mientras tanto, doy vueltas por la casa mirándome en todos los reflejos. Nada es como antes. Me toco la cabeza todo el tiempo. No sé si me queda lindo, lo que sé es que me queda cómodo.

PD: No pienso subir una foto. Si me quieren ver, vengan a visitarme.

Las quemaduras de mi primer Dakar

Dicen que las primeras veces duelen. Esta no es la excepción. Curioso e iluso acepté una invitación al Rally Dakar que se disputó, acá en Córdoba. El destino: Ciénaga del Coro (el pueblo más caliente de Córdoba).
El rally fue sólo una excusa para pasar un buen momento entre amigos, Fernet y campo. Los autos muy lindos, pero lo interesante fue el viaje. Un trayecto, por así decirlo, “Místico”. Por empezar, contemos la primer foto: En la puerta del hogar de Fede, Edu se dispone a capturar la primer imagen del fin de semana. La idea era que saliéramos todos en el auto, antes de partir. La consigna estaba dada, la cámara enfocada y un dedo disparó. Nos aventuramos a mirar la pantalla de la cámara. En ese momento Fede se palideció. Preso de una premonición, tuvimos que convencerlo de que no se bajara del auto. Al mejor estilo “Destino Final”, la fotografía mostraba a todos los integrantes del contingente, menos a Federico, que salía tapado por un rayo rojo. Creer o reventar, a Fede no le pasó nada.
Llegando a destino, hacemos cola para entrar al pueblo. Nos cobraron $20 y accedimos. Lo primero que encontramos al ingresar al pueblo, fue el cementerio. Todos callamos. Ninguno se atrevía a decir nada. Típica necrópolis de pueblo. Tan tétrica como una mesa de examen. Estacionamos en un playón y comenzamos a armar campamento. A medida que nos íbamos ubicando, encontrábamos zapatos. De mujer, de niños, tacos altos, mocasines, ojotas y todas las variedades de calzados. Miles. Desparramadas por doquier. Primero pensamos que se trataba de alguna ex fábrica de Sarkany, pero evidentemente esa no era la respuesta. Al amanecer, el misterio se hacía más evidente. Más caminábamos y más zapatos encontrábamos. Lo más raro fue cuando al carcomernos la duda, decidimos preguntarle a los baqueanos el por qué de tantos calzados. La respuesta fue: “No sé. Yo no sé nada”.
Raro. Tuvimos que volvernos con la duda. Titulamos el caso como: “El misterio de Ciénaga del Coro”. ¿Por qué estaban esos zapatos allí? ¿Por qué el cementerio estaba en la entrada al pueblo? ¿Por qué nadie quería decirnos nada? ¿Quiénes son los dueños de esos zapatos? ¿Por qué nadie murió atropellado por un auto del Dakar justo donde estoy yo? Preguntas que algún día, alguien, en algún lugar, sabrá responder. Mientras tanto, pasé un muy buen fin de semana. ¿Un consejo? Si van al Rally lleven protector solar, el Dakar quema.