domingo, 31 de enero de 2010

Ley de la oferta y la demanda

Entre tantos días de soledad y juergas de venganza enardecida, le encontré algo a la vida. Todo lo que me pasa, todo en lo que creo, se ha convertido en un maldito comercio. Una gran tienda de trueques. Pero la vida es así. Un cúmulo de capitales que hay que saber administrar. Y si hablo de capitales, hablo de afectos. Amistades, amor, cariño. Relaciones sociales por doquier.
Por primera vez en mucho tiempo, siento que estoy en banca rota. Cuando en economía se habla de balances, de oferta y de demanda, yo estoy al horno. Me estoy capitalizando. Al pedo, ya que mi oferta es mayor que mi demanda. Tengo que salir a vender. ¿A dónde? ¿A quién? ¿Cómo? Publicidad: eso es lo que dicen que hago bien. Me tengo que vender a mí mismo. Soy pésimo en esto. Es una patética rueda repetitiva de hechos desagradables. Sólo me queda la absurda esperanza de ser tocado con la varita mágica de los buenos negocios.
Por algún tiempo, decidí tener clientes chicos. Consumidor golondrina se le llama. Un día vendía a alguno, otro no vendía, otro día aparecía uno nuevo y así me mantuve en pié. Pero en este bendito país, estamos en crisis. Es hora de sentar cabeza, es hora de conseguir un gran cliente fijo y trabajar sólo para él ¿Quién sabe? Con tanta oferta, se necesita una gran demanda.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

en casa de herrero ...

rubia.

Noti dijo...

¿Cuándo comemos un asado?