lunes, 31 de agosto de 2009

La publicidad que nos deja pelados

Hace tres años, en el 2006, había cosas que no me preocupaban como ahora. Digamos que la palabra calvicie no estaba incluida en mi diccionario y mucho menos en mi léxico habitual. Las publicidades de tratamiento capilar no me movían un “pelo”.
Hace tres años, en el 2006, invertía dinero en peluquería para verme más presentable y no me preocupaba mirarme de atrás en un espejo. Hoy, hago peripecias y contorciones para poder observar los últimos vestigios de cabellera que asoman por la coronilla. Hace tres años no me interesaban las entradas. Hoy, me dejo el pelo largo para taparlas.
Tal vez hace tres años no discutía tanto, no hablaba tanto, no escribía tanto. Hace tres años, en el 2006, no pensaba en escribir en una revista. No pensaba en crear campañas, en mandar mails, en entregar trabajos, en rendir finales. La almohada se despierta cada mañana enredada en mi residuosa cabellera, que alguna vez, en algún momento de mi infancia, fue tan rubia como la de Brad Pitt.
Tal vez el lector se pregunté el por qué de esta nota. Mi idea, como buen samaritanito es advertirte y recomendarte algunos productos para prevenir esta rigurosa caída. Después de todo, a mi nadie me avisó que en el 2009 me iba a quedar pelado.
Tomando un poco de conciencia y pensando en los hechos, sacar cuentas nunca viene mal. Cambiar un par de pelos por algunas ideas y una licenciatura no es un mal negocio. Me gusta mi carrera y lo digo con orgullo. No me gusta mi pelada y también la muestro con orgullo. Ahí están esas horas de estudios, de trabajos, de ayudantías y de concursos. Mi pelada cuesta varios semestres de mates, criollos y cocas. Mi pelada no se cobra por puntos y mucho menos se la vende como a un paquete de Arnet. Mi pelada es mía y sólo mía. La gané y lo cuento con orgullo. En algunos años sólo quedará el recuerdo de lo que habitaba sobre mi cabeza, mientas tanto disfruto de cada uno de los pocos pelos que me quedan. Después de todo, hace tres años, en el 2006, tenía pelos.

martes, 4 de agosto de 2009

El sueño del pibe

Y así, masticando sueños, la cosa va tomando forma. Lo que ayer era utópico hoy está dando vueltas por la vida. Lo que ayer era una frustración hoy se transformó en velocidad, en alegría, en sentimientos encontrados. Ya no se puede preguntar más para cuándo. Ya no se puede interrogar sobre lo experimentado.
Cuando empezó, hace ya más de cuatro meses, nadie sabía para dónde iba a salir el tiro. Nadie sabía bien hacia dónde iba o cuáles eran los límites de la física, de la combustión, ni de los deseos del hombre por acudir más rápido a vaya a saber uno dónde. He aquí que hoy dan resultados las idas y venidas, las broncas, los regocijos, las charlas, las investigaciones, las preguntas, las respuestas. Eh aquí que hoy, seguramente él está sentado observando su creación. Admirando los detalles, pensando en lo que pasó, en lo que pasa y en lo que está por pasar. Siempre quedan cosas por pasar. Seguramente si hoy alguien le pregunta si le gusta estar vivo, la respuesta será un determinante y convincente sí.
Ya pasaron muchas cosas y cuando uno hace una retrospectiva de estos últimos cuatro meses se da cuenta de todo el tiempo y todas las situaciones vividas. Tanta agua bajo el puente que ya ni recuerdo con exactitud los sucesos pero en fin, el punto no es ese. Tampoco es un punto, aunque muchos lo confundan.
Me gustaría continuar este relato tratando de explicar lo inexplicable. Lo que mucha gente no podrá entender si no lo vive en carne propia, si el tema no lo apasiona, si el olor a nafta mal quemada no lo mueve. Uno de los mejores inventos del hombre es reflejo de sus necesidades. Esa necesidad de transporte que hoy muta a una inexplicable ansiedad que satisfacción de algo que no sé bien qué es. Cabe aclarar que antes lo advertí, trato de explicar lo inexplicable. Aquel que no ha tenido nunca esta experiencia poco entenderá. Aquel que, como Lautaro, sabe de qué le hablo se regocijará en recordar esta extraña sensación.
Hoy, después de cuatro meses lo utópico está dando vueltas por la vida. Hoy, después de cuatro meses mi amigo Lautaro cumple años y puede brindar al lado de su palio 1.4 turbo. Aquél que tantos dolores de cabeza le ha dado. Ese por el cuál algunos lo llamaron loco y tal vez ya entiendan su trastorno. Me pareció una buena forma de saludarlo y de devolverle algunas alegrías que hemos compartido en el camino rumbo a la locura por los autos. Todavía queda un trecho. El hombre es un animal insaciable e inconformista por naturaleza. Aún queda por hacer, por frustrar, por romper, por alegrarse, por desarmar y armar. Y así, masticando sueños, la cosa va tomando forma.

Algunas cifras extra oficiales del proyecto palio:

- 300 horas reloj de telefonía celular.
- 1100 alertas de Nextel.
- 112 almuerzos de Emanuel en Forward.
- 240 etiquetas de Marlboro box.
- 5 encendedores Bic.
- 3 tiras de Ibupirac.
- 1440 horas de ansiedad en Forward (sin tener en cuenta feriados ni horas extralaborales).
- 40 latas de Red Bull.
- 32 noches de Voodoo

(Cabe aclara que las cifras son extra oficiales y sacadas a ojo).