(toda similutud con la realidad es pura coincidencia)
Esta mañana me levanté, me lavé los dientes y salí a la calle a llevarme el mundo por delante, justo cuando estaba por sonreír, me crucé con mi amigo Nacho que me invitó a tomar un café. Cuando llegamos al bar, nos sentamos en una mesa cercana a la ventana y mirándome fijo a los ojos me confesó que estaba enamorado. En ese momento me sorprendí, ya que Nacho es el típico macho argentino que no deja títere con cabeza, pero a medida que fue ampliando su historia entendí todos sus porqués.
Me contó que había conocido a una muchacha hermosa, una chica que desparramaba amor y alegría a donde iba. Me dijo que ella no tenía nada pero a la vez lo tenía todo y que con una sonrisa le bastaba para ser feliz. En ese momento comencé a sospechar, junté coraje y le pregunté cómo se llamaba. La vida suele ser tan sabia como tonta y esta vez el despiste le jugó una mala pasada, sin querer nos presentó a la misma mujer.