jueves, 15 de mayo de 2008

Julieta

Julieta nunca sabía con qué se iba a encontrar, por eso siempre que salía cargaba en la cartera su máquina del tiempo. Hacía unos pasos y clic. Hacía dos paso y clic.

Nada la hacía sentir tan viva como apretar ese botoncito y disparar al abismo. Nada la hacía sentir tan bien como capturar un momento en su pequeña máquina del tiempo. Tal vez lo que era un insignificante instante para algunos, era para ella el más bello que había visto hasta que hacía dos pasos más y clic, otro momento inolvidable.

Tumbas, estatuas y paisajes modelaban para ella a su paso. Todo parecía frenarse mientras ella caminaba. Tres pasos y clic. Una flor y clic. Un beso, un pensamiento, una canción y clic.

Cuando estaba lista decidía volver. Llegaba a su casa, vaciaba su cartera y cuidadosamente miraba su máquina del tiempo. Era feliz mientras echaba un vistazo a esos enjaulados momentos. Y más feliz la hacía pensar que los iba a poder recordar por siempre.

Yo la conocí de una manera muy extraña. Yo la conocí con mi propia máquina del tiempo.

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