jueves, 26 de mayo de 2011

Intento de Don Juan

¿Cuándo es el momento justo para decirle a la chica que te gusta que querés comerle la boca de un beso cual Danet de dulce de leche? Porque a decir verdad este es todo un tema. Si le decís cuando la estás conociendo, seguramente la respuesta será un “nos estamos conociendo”. Y si le decís cuando ya la conociste, al respuesta que obtendrás será un “Somos amigos”. Se presenta así un dilema como el del huevo y la gallina ¿Cuándo dejás de conocer a alguien y empezás a ser el amigo? Ahí, en ese momento es donde hay que recoger la línea. Ahí, ese momento es el que no sé identificar. Siempre salgo a vender paraguas los días de sol ¿Qué más da? Una gallina es una gallina y un huevo, una futura gallina.
La verdad es que por más que lo intente no consigo encontrar el momento adecuado para ser oportuno. Siempre llego muy temprano, pero la mayoría de las veces muy tarde. De esta manera, poco a poco uno se va quedando sin novias y sin amigas. En fin, son los gajes del oficio de querer ser un Don Juan.

domingo, 27 de marzo de 2011

Cartas que nunca mandé

Al fin y al cabo no eras una deidad. El tiempo quiebra las coyunturas de la obsesión y nos da claridad en las tinieblas. Nada como abrir los ojos después de un tiempo sin verte. Así y todo nada vuelve a ser igual. Veo las cosas de otra forma. Un día me dijiste que ojalá nos volviéramos a encontrar en otra vida, cuando fuéramos perros o gatos. Hoy ya es otra vida. Todavía no soy un gato, pero me parezco más a un perro mojado con rabia. La vida pasa y algunos como pasaron se fueron. Otros que se fueron volvieron, pero sólo unos pocos se quedaron. Los que se fueron merecían irse. Por los que volvieron me alegro y tienen sus méritos. Sólo temo por los que se quedaron. No suelo hacer lo posible para que no se vayan. Tengo esos recuerdos de no haber hecho nada para que te fueras. Así y todo lo hiciste. No me siento suficientemente bueno para retener almas pasajeras. Intento ser un chico normal, pero a veces cuando pienso, soy más peligroso que mono con Gillet.
Es un camino largo por recorrer ¿Temerle a la soledad? Eso es moco de pavos. Hoy recuerdo y siento que me faltan cosas, que perdí momentos y le tengo miedo a mis sueños. No distingo entre lo que pasó y lo que hubiese pasado. Nadie sabe qué hubiese pasado, pero mi imaginación es bastante certera. Un día me levanto y pienso en vos, otro día me levanto y pienso en vos, otro día… Extraño retener tu foto en mi cabeza, pero siempre me olvido de mis sueños.

martes, 1 de febrero de 2011

Ya no hay nada que decir...

Y si de perder se trata, hablás con el mejor. Y si de dormir se trata, soy un soñador como los de antes. La melancolía me arrasa las chapas del tinglado que espero no romper. Nada más tétrico que un boludo enamorado del amor. Un boludo, que se sienta a escribir y ya no sabe cómo se hace, cómo se siente que las palabras se escriban solas. Un boludo que ya no tiene nada que decir.

miércoles, 21 de julio de 2010

Vacío

Mi vida se redujo a una mesita de luz, una cama y un televisor. Me siento hermético, sucio, abyecto y encerrado. Soy como un triángulo equilátero con todos sus lados desiguales.
No soporto mi hedor a tabaco rancio y mi ácido mal humor. Me cuelgo planeando ideas sin fin. Libros sin escribir, canciones sin acordes y algunas poesías cortas de genio y palabras.
Acides, otitis, resfríos, malestar, desvaríos. De alguna extraña manera, mi cuerpo aprendió a llorar. Yo no. Quiero descargar y no puedo. Sólo sé apuntar a donde hay inocentes. Mujeres y niños, lanzarse por la borda. En caso de emergencia ni se le ocurra romper el vidrio, podría salir lastimado.
Dormir quizás sane las heridas de un rutinario día. Tal vez mañana vuelva a ser ese chico al que todos buscaban para ir a jugar. Está bien, asumo todas las responsabilidades.

jueves, 22 de abril de 2010

Invierno

Lo mejor del invierno es saber que después hay primavera.

jueves, 25 de marzo de 2010

Julieta y sus aires de superada

Anoche te soñé y estabas en mi lecho. Acto seguido te llamé y nos encontramos en al algún bar de la eterna ciudad de Córdoba.
Ahí estábamos, los dos frente a frente, inmiscuidos en conversaciones alternas. Tu trinchera, una botella de cerveza y una compotera con Manises rancios. La incrusable línea que reprimía a mis instintos más primitivos. Lo único que hacías era hablar. Tus palabras, tan superficiales, carcomían poco a poco mis ansias. No quería escucharte más, sólo necesitaba taparte la boca a besos. Lo único que deseaba oír era el obsceno ruido del amor, ese que generan los cuerpos al chocar. No entendí una palabra de lo que decías, sólo pensaba en cómo llevarte a mi cama. No podía recordar cómo lo había hecho en el sueño y eso me frustró. Decidí llevarte a tu casa y en el camino pensaba que la escena se repetía mes a mes, desde que te conocí.
A veces no tolero tus superficialidades, a veces las aguanto con la ilusión de que algún día, en el momento menos pensado, vas a ceder. Llegué a mi casa, me acosté y concluí que nunca te tuve, ni te tendré. Me dije: Lo de anoche fue sólo un sueño, lo de hoy es la cruda realidad.

domingo, 31 de enero de 2010

Ley de la oferta y la demanda

Entre tantos días de soledad y juergas de venganza enardecida, le encontré algo a la vida. Todo lo que me pasa, todo en lo que creo, se ha convertido en un maldito comercio. Una gran tienda de trueques. Pero la vida es así. Un cúmulo de capitales que hay que saber administrar. Y si hablo de capitales, hablo de afectos. Amistades, amor, cariño. Relaciones sociales por doquier.
Por primera vez en mucho tiempo, siento que estoy en banca rota. Cuando en economía se habla de balances, de oferta y de demanda, yo estoy al horno. Me estoy capitalizando. Al pedo, ya que mi oferta es mayor que mi demanda. Tengo que salir a vender. ¿A dónde? ¿A quién? ¿Cómo? Publicidad: eso es lo que dicen que hago bien. Me tengo que vender a mí mismo. Soy pésimo en esto. Es una patética rueda repetitiva de hechos desagradables. Sólo me queda la absurda esperanza de ser tocado con la varita mágica de los buenos negocios.
Por algún tiempo, decidí tener clientes chicos. Consumidor golondrina se le llama. Un día vendía a alguno, otro no vendía, otro día aparecía uno nuevo y así me mantuve en pié. Pero en este bendito país, estamos en crisis. Es hora de sentar cabeza, es hora de conseguir un gran cliente fijo y trabajar sólo para él ¿Quién sabe? Con tanta oferta, se necesita una gran demanda.