lunes, 22 de diciembre de 2008

El día en que perdí mi dedo gordo

Este no fue el mejor día de mi vida. Digamos que la noche anterior estuve enredado entre apuntes y resúmenes de una materia de dudosa procedencia y a decir verdad me fue como el culo. La cosa es que después de la derrota en la contienda universitaria, fui a trabajar con la cabeza bien en alto pensando en que mis vacaciones habían comenzado. Me cambié, me ensucié y puse manos a la obra. La primer tarea que decido realizar, ¡Paf! Me machuco un dedo, con tanta mala suerte que tenía al señor cliente a mi derecha escuchándome putear. Me acordé de mi mamá, de mi abuela y de mi hermana. El problema es que no me acordé de las estrategias marketineras que uno aprende cuando estudia una carrera como publicidad. Instantáneamente, luego de un par de seguidillas de insultos, gritos, pataleos y miradas raras del cliente, un color violáceo apareció en mi pobre uña machucada. Pensé y concluí: ¡Esto va a doler!

Y sí. Dolió y mucho. Cosa que rozaba, cosa que generaba un inaguantable sufrimiento. La cosa es que todo lo que intentaba hacer se complicaba. Y todo empeoró cuando quise ir al baño a despedir a algunos amigos del interior. (Vale aclarar que a esta sección del relato debería llamarla dedo de mierda, pero debido al caso me pareció un tanto burdo). Entré “cagando” cerré la puerta y cuando me decidía bajar los pantalones me dí cuenta de que tenía que desabrochar el botón del Jean con mi mano e izquierda y con mi pobre dedo gordo machucado (no pregunten por qué no lo hice con la otra mano, cosas del momento). Sin pensarlo junté coraje y le dí rosca al botón. Estaba ahí, de frente al inodoro, cagándome y viendo las estrellas del dolor de dedo que tenía. Para los curiosos: pude desabrochar mi pantalón cuando descubrí que tenía otra mano. Hice mis necesidades y salí pensante y decidido a escribir lo que me había pasado.

Hoy, 22 de diciembre del 2008, gracias a una buena machucada de dedo, descubrí que tengo dedo gordo y que encima sirve para muchas cosas. Así que siento la in esquiva responsabilidad de compartir un consejo en base a mi experiencia: Señor/a lector/a, cuide su dedo gordo. Córtele la uña, hágale masajes, sumérjalo en texturas raras, toque con ese dedo, hágale conocer nuevos tactos, nuevas sensaciones, déle vida a ese hermoso dedo gordo que tiene, porque nunca se sabe cuándo va a terminar escribiendo un relato sin poder apoyarlo sobre la barra espaciadora. No sabe lo incómodo que es.

1 comentario:

Pauuu dijo...

actualizaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!
besito emiiii:)